sábado, 11 de julio de 2015

Felicidad eterna.

Como duelen las palabras cuando no son las que quieres escuchar.
Como queman los abrazos que no podemos dar y los besos que colgando, vacíos, rotos y grises nunca estallarán.
¿Cómo un ser tan mágico, tan blanco, puede dejar tras de sí, una estela de amargura y destrucción?
Si, yo se que no fue tu intención volar cuando el viento sopló.
Y que aquellas mariposas que un día me regalaste serán mías para siempre...
Que te vas, sin pedir nada, tal y como llegaste. Sonriente con tu porte de señor y esa cara de niño, que entre sábanas también se volvía de hombre.
Que me desprendes de tus manos.
Esas manos que sacaron estas lágrimas, esas que me agarraba firmemente mientras me besaba, esas que un día me hicieron ver el cielo a la vez que te conocía...
Que ya no reflejarán, tus ojos, mi cara al mirarte, para decirte te quiero.
No os veré despertar, con ese brillo que los hace tan especiales.
No se clavarán en mi espalda al subirme en ti para viajar a mundos nuevos.
Voy guardando en una pequeña esquina de mi corazón, todas las palabras que no digo y desordenadas, sucias y furiosas, viven allí en soledad.
Solo tu podrías, en un acto de amor loco, volver a saltar a mi vacío.
Yo te juro amor mío, que en mi vacío nunca tocarás fondo, y si tocarás fondo alguno, sería el de mi corazón.
Podemos uir, correr, saltar mil muros, altos como las nubes, en nuestra huida hacia atrás. ¿Porqué no empeñamos la misma tenacidad para correr hacia delante? Hacia el sol, hacia ti, hacia mi.
El sol que tu me regalas cada vez que entras en mi, con cada movimiento en el que demuestras tu fuerza y a la vez tu delicadeza.
Solo tendrías que amarme...
Solo tendrías que ser feliz, eso te prometo, una felicidad eterna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario